sábado, 2 de noviembre de 2019


GOYEGAL


Año I N° 11                                      
Noviembre de 2019

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro




SUMARIO

Mejor sola…

Valentín Lamas Carvajal



Mejor sola…
Al visitar recientemente Pontevedra pude apreciar muy variadas expresiones artísticas, reliquias de siglos anteriores y manifestaciones contemporáneas. Ellas provienen del pasado celta, el período cristiano, el románico,… A las que se sumaron las muestras actuales de arte popular urbano y callejero. Lo consagrado por la Historia del Arte ya ha sido dicho y repetido elogiosamente y lo más respetuoso quizás sea no agregar nada. Pero algo nuevo me resultó verdaderamente estremecedor. La obra de arte movilizante fue esta pintura mural libre, anónima, ilegal y prohibida.


Esta procesión de ánimas conocida por muchos nombres, pero principalmente como Santa Compaña me sugirió que algunas pinceladas de este emotivo y lúgubre cuadro las hayan dado (ya en el Siglo de Oro español) las palabras de Tirso de Molina en El Convidado de Piedra y, más recientemente las del romántico Gustavo Adolfo Bécquer en El Monte de las Ánimas. 

Tirso de Molina en El Convidado de Piedra 

En esta leyenda una persona viva aún, pero como sonámbula en el Día de Fieles Difuntos, marcha portando una cruz, regenteando a un grupo de almas que llevan una vela, para entregar a quien habrá de ser el próximo en morir. Mientras tanto, por su proximidad los difuntos lo consumen. Pero es evidente que la historia sigue viva, como lo muestra ese popular grafito callejero en Galicia.

Gustavo Adolfo Bécquer en El Monte de las Ánimas

Sin embargo, aunque estas obras literarias hayan sido muy impresionantes para mí, creo que el fundamento de mi estado de ánimo está en que hace muchos años, siendo niña muchas veces me dormí con miedo a la visita de las brujas o a un encuentro ocasional con ellas. Como siempre alborotaba, aún por las noches, mis padres para silenciarme al ir a la cama, mirando por la ventana me decían: ¡Calladita la boca y a dormir, que las meigas ya están bailando! 


Y es verdad  que incluso llegaba a ver las luces de las hogueras en el monte. Con ese temor, al oír ruidos en las ventanas por el viento que las batía, sospechaba que podrían pasar cosas terribles, aún cuando alguien de la casa pudiera haber golpeado en el suelo para reforzar el efecto que se repetía cada año en la Noche de Brujas y el Día de los Muertos.


Entonces los más pequeños agradecíamos el calorcito de la cama buscando una manera de tranquilizarnos y así poder dormir. Nos cubríamos la cabeza con las mantas para no pensar en eso. Algunos de nosotros imaginábamos los fuegos y otras cosas horribles como la Santa Compaña y las procesiones de las almas. 


Yo había escuchado con mucha atención los relatos de los mayores que hablaban de  la Estadea. En todas sus narraciones la procesión nocturna de las almas, cada una con un cirio en la mano salía por los caminos después de la medianoche y era el presagio de la muerte de alguien estuviera enfermo o no. Se podía ver en la vigilia o en los sueños a un grupo de gente que se encaminaba al cementerio. Esa era la señal que anunciaba que al día siguiente ese individuo moriría.


Había quien afirmaba que la Huéspeda llenaba la casa de quien era notificado, por ejemplo, las personas que acompañaban al enfermo,  y cuando estaba muerto y dentro ya de la caja mortuoria, hacían como una escenificación previa de la misma sepultura del ataúd que portaría su cuerpo inerte.

También contaban que cuando el que moría había hecho en vida grandes daños, debía regresar desde el otro mundo a éste para reparar el grave mal, si es que ese perjuicio no era irreparable, porque sin conseguir su dispensa, no se le permitía entrar en el Purgatorio. Entonces ese ser venía y se aparecía de noche en los caminos pidiendo ayuda a hombres o mujeres, a los que hallara, pues al primero que pasara se lo requería.


Los más viejos decían que ese requerimiento se refería a cumplir las promesas, los votos y hasta la reparación o compensación de los daños hechos por el difunto. Pero para ello se necesitaba la mediación de una persona viva. Ella era quien debía cumplir con las misas prometidas por el muerto o algún otro mandato de carácter religioso que le permitiera al fallecido entrar en el Cielo. 


Estos dichos no hacían más que asustar a unos y entretener a otros, según la edad y el rol. Ahora todo esto tiene otro peso. He leído y oído muchas versiones de esta leyenda popular, que creía exclusiva de mi pueblo. Y, aunque ya sé que se da en todo el noroeste y otras regiones de España, el anuncio como el sonido de las campanas, se oye más fuerte en Galicia. Esta procesión también  visita aún hoy a nuestros vecinos asturianos, quienes también la recuerdan. En otras comunidades la designan con otros nombres como Güéspeda y Estantigua, entre otros muchos, pero siempre es la Santa Compaña. 

Gárgola como gaitero

Ella  tenía por finalidad (según se suponía) advertir que próximamente habría una muerte. Reflexionando sobre esto, concluyo  en coincidencia con los autores que afirman que esa compañía de santa tiene muy poco. Se la tiene como un relicto de un rito pagano que al imponerse el cristianismo, adoptó otras formas. Como un acto de legítima defensa, esperando una protección, la gente le llamó supersticiosamente así, para congraciarse con ella. Los eruditos lo consideran como un acto apotropaico, que la literatura consagró exitosamente y la arquitectura medieval mostró bajo la forma de gárgola, como la del gaitero. Aprovechando lo poderoso de esta historia se la ha parodiado en términos lingüísticos y de otros lenguajes artísticos, para dar a entender que esos fantasmas podían dar muerte a los vivos, ejemplificando a más de un genocidio.




Valentín Lamas Carvajal


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Valentín Lamas Carvajal nació en Orense en 1849. Fue un  poeta y periodista español en lengua gallega, así como uno de los principales precursores del Rexurdimento de la cultura galega. Con Manuel Murguía fue de los cofundadores de la Real Academia Gallega (RAE). Fue también uno de los iniciadores y colaboradores del periodismo en gallego.

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Manuel Murguía 


O Rexurdimento Galego 



Valentín Lamas Carvajal  era hijo del orensano José Francisco Lamas y de la lucense María Manuela Carvajales. A los dos años quedó huérfano de padre, cuando su madre tenía apenas diecisiete años. Pedro, el hermano de su madre, un pintor de cierto renombre en aquella época, quien lo alivió en esa situación. A su tío le dedicó su primer libro: La monja de San Payo, publicado en 1871.

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Valentín Lamas Carvajal  estudió bachillerato en su ciudad natal. En 1870 se trasladó a Santiago de Compostela para estudiar la carrera de Medicina, que no llegó a terminar, por una enfermedad ocular que con el tiempo lo dejaría ciego. Su etapa universitaria compostelana fue decisiva en sus obras y en su visión de Galicia, ya que aquí entró en contacto con la intelectualidad local. 

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Se sabe, por una carta suya publicada en El Heraldo Gallego, que en 1871 dirigió en esta ciudad la revista La Aurora de Galicia y que aquí también publicó sus primeras obras, que presentan influencias románticas. A partir de 1874 su vida quedó vinculada definitivamente a Orense al casarse, el 4 de enero de 1874, con una antigua compañera de estudios, Amalia Rosina Sánchez, natural de La Guardia. 


Sus problemas en la vista no le impidieron a Valentín Lamas Carvajal  ser el autor más prolífico y polifacético de su tiempo. Tuvo una incesante actividad literaria. Fundó periódicos muy populares en aquella época: El Heraldo Gallego, hasta 1880, y el primer semanario escrito en gallego, muy popular, que se publicó desde 1876 hasta 1890: O Tío Marcos da Portela. Dirigió también el periódico El Eco de Orense.

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Es ahí donde publicó su obra Catecismo do labrego en siete entregas durante 1888. Ése fue uno de los libros que más se vendieron en gallego. Tuvo seis ediciones en el plazo de un año, desde su publicación. Publicado con el pseudónimo de Fray Marcos da Portela. Se trató de una parodia del Catecismo cristiano del padre Gaspar Astete

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En la obra puso de manifiesto la dramática situación de los campesinos gallegos, utilizando la fórmula pregunta y respuesta. El Catecismo do labrego se convertió en la obra escrita más difundida y una de las piezas claves de la literatura social española, por haber denunciado las míseras condiciones de sometimiento a que estaban sometidos en el medio rural, por los representantes del poder estatal.

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El Catecismo do labrego es una obra en prosa escrita por Valentín Lamas Carvajal, publicada bajo el pseudónimo de Frei Marcos da Portela. Tuvo numerosas de ediciones con un enorme éxito popular. Parodió el Catecismo de la doctrina cristiana, haciendo que un labriego respondiese las preguntas que se le hacían y arremetiese contra el alcalde, el secretario, el cacique (o caudillo). 

En 1887 publicó Gallegada. Tradiciós, costumes, tipos e contos da terriña, conjunto de diecinueve (19) narraciones, todas ellas publicadas con anterioridad en O Tío Marcos da Portela. En el conjunto de esos textos se vio la voluntad populista y comprometida con la defensa de los labradores de Valentín Lamas Carvajal, que describió cuadros de costumbres pintorescos, picarescos y cómicos.

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En Saudades galegas, publicada en 1880, y A musa das aldeas, de 1890 Valentín Lamas Carvajal cultivó un costumbrismo de raíz rural en el que abundaron las notas de corte no sólo sentimental, sino también testimonial y de denuncia social. Su obra poética incluyó: Espiñas, follas e frores; Saudades gallegas;  Gallegada; Catecismo do labrego; A musa das aldeas.

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Espiñas, follas e frores
A miña aldea

Preto d’os Castros do Trelle,
N’unha frorida ribeira
Onde moitas clás de froitos
E d’albores vexetan,
Erguense as humildes chouzas
De San Pedro de Moreiras;
Probe aldeiña onde teño
As minas grorias d’a terra,
O niño d’os meus amores,
Os recordos que m’alentan;
N’ela vin a lus d’o día
E pol-a noite as estrelas;
Alí pensando n’o ceo
Vertin as vágoas primeiras;
Alí miña nai amante
Arrulóume satisfeita
Ó son queixumbroso e brando
D’as cantiguiñas gallegas;
Alí, no seu Camposanto
Onde debaixo d’as erbas
Dormen ó sono d’a morte
As minas amadas prendas,
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¡Cantas veces eu rezaba
Pensando choroso n’elas!
Alí non hay fror non monte
Que nos meus sonos non vexa,
Non souto que non conozca,
Non camiño que non sépia;
Inda escoito o son doorido
Das catro campás d’a eirexa,
Cal si falando viñesen
A contarme tristes queixas,
¡Ay probe aldea… adeiña
De San Pedro de Moreiras,
Cantos sospiros me costas
E cantos ayes me levas!…
Asina dixo un coitado
Galleguiño, alá n’América,
Cando morto de soedades
Pensaba n’a súa Aldea.
¡Ay! os probriños gallegos
Morto queren á sua terra…
E van morrer sin consolo
Sempre lonxe… lonxe d’ela!!             

Valentín Lamas Carvajal murió en su Orense natal en el año 1906. Como reconocimiento a su contribución a la cultura, la Real Academia Gallega (RAE) que había colaborado a fundar lo distinguió dedicándole el Día de las Letras Gallegas. Y el pueblo señaló con una placa en su honor una calle con su nombre.

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